Una juventud para la OPT: movilización, intervención y construcción

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Luis Emilio Téllez Contreras

Nos ha tocado la tarea de sacar adelante este proyecto político, la OPT, para garantizar que la clase trabajadora y el pueblo tenga un instrumento político de lucha que los defienda, los ayude a organizarse en todo el país y que enfoque sus energías por derrocar al Régimen e impulsar un proceso revolucionario profundo para acabar con la explotación humana, de la naturaleza y con la opresión a la mujer, los pueblos indígenas y demás grupos excluidos por el capitalismo.

¡Vaya tarea! Es un gran responsabilidad, por ello tenemos que hacerlo con paciencia, constancia y seriedad.

Y aunque tenemos mucho que aprender en este camino, no empezamos de cero.

A quienes nos ha tocado construir el sector estudiantil tenemos que entender varias cosas de la juventud misma, y lo primero a considerar y reconocer es el gran ímpetu que esta tiene, la gran cantidad de energía y decisión que posee para iniciar luchas y mantenerlas por largos lapsos de tiempo. Como la joven generación de 1968 que se movilizó a nivel mundial y que lo hemos vivido ahora nosotros 40 años después con los indignados en España, el 132 en México, los estudiantes en Chile y otra decenas de ejemplos más. Todos ellos parte de nuestra misma generación, harta de la forma en la que funciona este sistema.

Tenemos que saber entender estos movimientos para poder intervenir allí y rescatar lo mejor de ellos. Lo que han comprobado estos movimiento es la capacidad de movilización autónoma que tiene la juventud como sector que en momentos de crisis, de ataques del gobierno y de hartazgo agudo se activa, poniéndose al frente de muchas luchas, como fue el caso de la lucha contra la imposición en nuestro país.

A partir de esto no podemos ver a la juventud simplemente como un apéndice de otros sectores a los que se tienen que subordinar en su dinámica de lucha gremial o a veces hasta su política inmediata; la juventud tiene su propia dinámica y en este sentido necesita sus propias estructuras y tiempos que le permitan que fluya esa energía rebelde, encauzando y ligando su iniciativa a la lucha de los trabajadores y el pueblo.

Así, no podemos rechazar de manera dogmática las experiencias estudiantiles recientes sólo porque no se adaptaban a las formas de organización más permanentes a las que una parte de los izquierda se aferra; debemos entender estos movimientos en su dinamismo, sus demandas específicas y en su organización que, como han mostrado, les ha permitido captar la atención de miles de jóvenes descontentos.

No obstante, la juventud que queremos agrupar desde la OPT es una que esté al lado de los trabajadores. Por ello, uno de los grandes aciertos del SME fue no reproducir el sectarismo de algunas organizaciones políticas y decidió meterse de lleno a apoyar al movimiento 132, movilizándose conjuntamente y participando en sus encuentros nacionales. Ayudando a contrarrestar así los prejuicios antigremiales y elitistas que se arraigan en parte de los estudiantes politizados.

En este contexto, debemos canalizar esta energía revolucionaria de la juventud hacia la causa de los trabajadores y del pueblo oprimido, sin adaptarnos a la dinámica movimentista o espontaneísta que predomina en estas experiencias, tenemos que dar una perspectiva política clara para desarrollar una lucha sistemática, empujando un maduración del movimiento más allá de los momentos coyunturales. La pregunta es ¿cómo lo logramos?

Si el sector estudiantil ha mostrado en ciertos momentos una capacidad de movilización, esa flexibilidad, esa disposición y esa independencia política, (y con el afán de no idealizarlo, debemos también hacer patentes sus limitaciones) no podemos responder a ello, si es que queremos ganarlos a la lucha de los trabajadores, con simples fórmulas de organización local, de reuniones previamente agendadas, de construcción de comités por barrio sólo porque tenemos a un militante allí, etc., porque aunque ello es necesario no responde hoy a las exigencias de lucha de la juventud, necesitamos más que eso, necesitamos una estrategia que no sea mediocre ni que esté guiada por la simple acumulación, sino en la proyección amplia de las aspiraciones presentes de la juventud; entendiendo en este sentido que la juventud de hoy reivindica no sólo escuela y trabajo, sino democracia verdadera, sexualidad libre, esparcimiento emancipador, medios de comunicación libres y democráticos…

Antes de continuar creo que hay que contestar una pregunta: ¿qué significa construir la OPT? ¿simplemente sumar más compañeros a nuestras filas? ¿tener más afiliados jóvenes que asistan ocasionalmente a nuestras reuniones? ¡No! Construir la OPT además de sumar es, por una parte, hacerla visible, que la gente que se moviliza en las calles sepa que la OPT existe; y así, que la comunidad LGBT, las feministas, los ecologistas, los trabajadores de diversos sectores, los campesinos y sobre todo los estudiantes (en nuestro sector) vean nuestras bandera y consignas, su solidaridad y su decisión en la lucha. Por ello, una tarea fundamental para los estudiantes de la OPT es: la MOVILIZACIÓN constante en luchas específicas.

Por otro lado, construir a la OPT es dotarnos de una EXPERIENCIA COMÚN DE LUCHA, de aprender a organizarnos colectivamente en marchas, eventos, iniciativas y campañas. Y, por ello mismo, respetar acuerdos y respetar los espacios de toma de decisiones tomando en serio las estructuras de las que se ha dotado la OPT.

Ya Lenin planteaba que la juventud es un sector “que debe manifestar su iniciativa en todos los terrenos” como una avanzada que permite preparar el terreno para una intervención más decidida. Esta iniciativa debe ser colectiva, por ello se debe evitar la promoción de la DISPERSIÓN y empujar la discusión colectiva, pues sólo unidos podremos avanzar en un mismo camino de experiencias variadas que nos fortalezcan.

La construcción de la OPT es pues mucha más que afiliaciones, tenemos que probarnos en la lucha y la organización.

Entonces, volviendo a la pregunta de cómo construir esa juventud al lado de los trabajadores, teniendo en consideración el carácter de la juventud, me parece necesario considerar igualmente como central, las deficiencias de los estudiantes mismos en particular y la juventud en general, que son básicamente dos. El primero es su carácter transitorio, la juventud está marcada por la etapa de formación para la preparación laboral, la cual tiene un punto límite, es decir, ese potencial juvenil se desarticula generacionalmente a la larga. En segundo lugar, el poder social de los jóvenes es poco, pueden movilizarse mucho sin afectar realmente la continuidad de la vida social, el poder social recae en las clases productivas, los trabajadores en primer lugar.

Considerando estas limitaciones debemos estructurar la construcción de la juventud de la OPT de tal forma que no sea sólo una generación la que se integre a nuestra organización sino que la integración de nuevos compañeros jóvenes garantice que se renueve ciclo tras ciclo a los compañeros que darán las luchas futuras en este sector, por ello es necesario que los compañeros que llegan aún límite de edad o que no tienen sector de intervención estudiantil, dejen el lugar a nuevos compañeros para permitirles desarrollar su propia iniciativa y que aquellos pasen a otras estructuras de la organización (la sindical, urbano-popular, etc) con el objetivo de que estas no se fosilicen, permitiendo a los jóvenes dar sus propias discusiones en sus espacios a partir de la orientación y objetivos de la OPT en su conjunto, ¡los jóvenes no necesitan tutores personales que les digan qué hacer, debemos desarrollar nuestra propia experiencia y podemos aportar a las organizaciones desde ella!

¿Cuáles deben ser entonces ahora nuestras prioridades?

1.- Construir espacios de jóvenes estudiantes que tengan capacidad de movilización y de intervenir en el movimiento. El no participar en los movimientos y marchas con el argumento de que no aporta inmediatamente al crecimiento de la OPT no es más que una posición mezquina que condiciona el apoyo sobreponiendo la autoconstrucción, nefasta práctica de las sectas políticas.

2.- Consolidar una juventud que apoye abiertamente la lucha de los trabajadores y que luche por la construcción de una herramienta política para la transformación social profunda, anticapitalista, feminista y ecosocialista.

En este sentido debemos hacer una síntesis de las reivindicaciones de las dos luchas emblemáticas de los estudiantes en el último cuarto de siglo, una combinación entre las demandas de la lucha de la huelga del 99 en la UNAM y de las movilizaciones del 132. Entre otras:

– Luchar por la defensa de la educación pública y gratuita. Contra la Reforma Educativa. Por la democracia y libertad de organización dentro de cada escuela.

-Ayudar a la creación de un movimiento estudiantil a nivel nacional de lucha.

-Por el derecho a un empleo digno con todas las garantías sociales. Ayudar a la organización de los estudiantes que al mismo tiempo trabajan. Contra la Contrarreforma Laboral.

-Por una democracia desde abajo. La denuncia de que este régimen es una falsa democracia en la que gobierna el Capital.

-La defensa de la libertad de expresión, en las redes sociales y en las escuelas, por ello la lucha contra la censura (algo que ayudó a la explosión del 132) y por la diversificación de medios alternativos. Contra la Reforma en Telecomunicaciones.

-En cada lucha contra alguna reforma, la lucha contra las reformas en su conjunto, en la perspectiva de la radicalización de los movimientos.

-Contra el hostigamiento de la policía a las actividades alternativas de la juventud y su organización; contra la criminalización de los jóvenes en las movilizaciones.

-Sexualidad libre: contra la imposición familiar, social y gubernamental de la orientación sexual de cada joven. Soberanía sobre nuestros cuerpos y sexualización de las luchas en la perspectiva de un cambio radical en las relaciones sociales.

– Por el derecho de las mujeres a decidir, no a la criminalización del aborto, legalización en todo el país.

Estos ejes son parte de los que tenemos que articular dentro de la perspectiva de un proceso revolucionario dirigida al socialismo, que de manera constante nos permita construir una juventud y un estudiantado consciente, combativo y movilizado, a la par que se construye el movimiento social y la resistencia a lo largo y ancho del país.

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Cambio climático, riesgo y catástrofe (2)

Luis Emilio Téllez Contreras

La filosofía del riesgo

El peligro en nuestra era, dice Ulrich Beck, se diferencia en que no es para unos cuantos sino para todos, no hay distinción en quienes serán afectados y quienes no, “toda medición siempre tiene lugar bajo la guillotina de los efectos globales de la contaminación”[1] dice, teniendo como ejemplo paradigmático el peligro de la energía nuclear que ha tenido una ignominiosa consecuencia en la región del este de Europa. La destrucción ambiental que causó este accidente muestra claramente la contradicción que acarrea la modernidad industrial y el conocimiento que la sustenta, el científico. Pues el problema no es en el fondo el error humano, sino que este conocimiento se utiliza para generar fuerzas productivas desproporcionadamente grandes que vuelven a ese error humano tan fatal que es necesario considerar a esas fuerzas productivas, como fuerzas inversamente destructivas en el tiempo, pues mientras más posibilidades de producir energía en algunos años, también en menos tiempo puedes destruir más.

Pero este momento ejemplar para Ulrich, podríamos decir que aunque está en otro plano del problema humanitario (aunque enlazado) comparte una situación profunda que “refleja el hecho de que el sistema industrial mundial se encuentra a merced de la ‘naturaleza’ integrada y contaminada industrialmente”[2], es decir que la última palabra la tiene la parte enlazada de la naturaleza, y la manipulación y el control de esta sólo conduce a los misterios de las transformaciones.

Esta naturaleza interiorizada en el mundo industrial es más peligrosa que la naturaleza exterior, la naturaleza es nuestra creación, la manipulación ha llegado a momentos alucinantes, y, no obstante, siempre nos rebasará.

Pero, ¿qué significa este plus de la naturaleza, este reducto que no podemos controlar? Y que nos condena. Aunque la naturaleza está totalmente integrada al sistema social[3], esta sigue desbordándonos, esta contradicción que salta inmediatamente del pensamiento de Beck, nos lleva a pensar en su contrario: ¡no hemos, ni llegaremos a tener un control total de la naturaleza! Acaso salvado con la idea de que el problema no es la naturaleza, sino más bien nuestra creación la que no controlamos, creamos industria y naturaleza, y su combinación se nos sale de las manos, no podemos prever entonces lo que nuestra ciencia hará sobre ello, su manipulación sería un cúmulo de dudas, como si operáramos ya no sobre el animal de orden corriente, sino sobre el Frankenstein que hemos construido y que se pude volver contra nosotros: nuestra segunda naturaleza.

Dentro de esta posición radical la ciencia no tiene demasiado que decirnos y parece más bien parte del problema, pues está totalmente integrada a esta doble naturaleza, es más, ha sido una de las principales promotoras de esta. La dominación de la naturaleza se ha completado gracias a la forma en la que se configuró el saber científico como una estructura instrumental.

La incertidumbre se presenta en todas partes, ni el mercado se puede predecir, ni las enfermedades, ni el mundo del trabajo, ni las respuestas de la naturaleza. Pero quizá debiéramos pensar en esta ideología desde un óptica más crítica pues la idea de la vida como inseguridad, como contingencia, juega un papel importante en esta lógica, ya que el concepto de inseguridad social del individuo es una eje desde el cual el neoliberalismo logró hacer triunfar sus pretensiones convirtiéndola en políticas de Estado y asentándolas en el sentido común, forjándola en la pasividad de grandes sectores desencantados y desorganizados. La catástrofe se naturaliza a través de una ideología del caos y de la hiperrealidad de la pantalla, sustentando la idea de que “las decisiones no son tomadas por nadie y los destinos de la voluntad no nos lleva a puerto seguro, ni pueden ser visualizados con antelación los fines de la sociedad. La batalla ideológica está pues en hacer ver la inmediatez de la catástrofe, la forma en que sus expresiones actuales son causas entrelazadas de una mayor, la sociedad capitalista, dentro de la cual no hay salida humana posible.”[4]

De la sociedad del riesgo a la sociedad de la catástrofe.

Con el análisis anterior podríamos desprender que la idea de riesgo tiene dos caras. Por un lado, un carácter ideológico, utilizado para operar sobre el presupuesto de la indeterminabilidad de la estabilidad y aplicar una política de “intervención protectora inmediata”, es decir, de la responsabilidad del Estado sobre la seguridad, pero frente a la idea de la intervención catastrófica, frente a lo inesperado, lo exterior (la violencia extrema, los atentados, la crisis aleatoria, la catástrofe natural) así como la justificación de políticas acordes a un mundo aleatorio, flexibilizado, con inseguridad social, etc. Y, por otro lado, tiene un carácter de peligro objetivo, real, en tanto que las condiciones “normales” de las relaciones naturales y de las relaciones del hombre con la naturaleza han llegado a un extremo del cual se desprenden efectos inesperados.

Si bien la idea de riesgo sólo se puede asentar socialmente si ha habido ya experiencias catastróficas, conmociones suficientemente fuertes para poder concluir que lo que se vive es un riesgo permanente, un estado de alerta continuo[5], es en realidad una mezcla entre discurso sobrecargado y realidad de muchos pueblos empobrecidos, lo que ha puesto esto frente a la situación actual. Ha habido lo que llaman una “extensión de la preocupación de riesgos” que tiene según estadísticas, una percepción de responsabilidad política y que por lo tanto conllevaría una exigencia a los detentores de la instituciones.

Debemos diferencias: el riesgo es una posibilidad, la catástrofe es un hecho consumado. La contingencia inunda el pensamiento contemporáneo, las explicaciones generales que fueron combatidas por el posmodernismo y el pensamiento triunfante del liberalismo han provocado una desorientación y salidas puramente individuales. Cuando la catástrofe viene los pueblos no puede responder por si mismos, la atomización y la indiferencia les hace pagar con creces, y sólo un elemento externo (El Estado, las ONGs, etc) con suficiente capital puede venir a su rescate.

Más allá de la gran catástrofe que se propaga desde las series televisivas o las espectaculares presentadas en salas de cine (disaster films) que presentan el momento cumbre de la catástrofe final, lo que en realidad tenemos hoy en día es una serie de pequeñas catástrofes, que aunque no sean el fin fatal para todos, son la tragedia de millones de personas en el mundo que sufren las efectos que el cambio climático está produciendo aquí y ahora, desde las sequías hasta los tifones y que pronto se expresarán en otros ámbitos de la vida.

Más allá de la sociedad del riesgo ya nos encontremos de pleno en la sociedad de la catástrofe regionalizada, y la tendencia es hacia la generalización de los efectos del cambio climático.

Además de la característica de una creciente amplitud en sus efectos, la catástrofe tiene otros rasgo que es el de la formas de cadenas de afectaciones pues, tanto los ecosistemas y las biósfera toda, como las relaciones sociales, económicas y culturales tiene una entrelazamiento y vinculación tan fuerte en algunos casos que la afectación a un punto de la red origina que los que dependen de él o reciben ciertas flujos queden afectados, llevando al estancamiento, es el caso del tema que abordaremos en seguida, nuestra segunda parte de este ensayo, a saber, la muerte recurrente y acentuada de abejas en distintas zonas del mundo y en específico de México. Este hecho será abordado fundamentalmente por que muestra la manera en la que el Cambio Climática y demás afectaciones ecológicas de gran calado puede afectar un punto de la biodiversidad y en seguida afectar a otro.

Conclusiones: por una ética de la prevención y de la acción

Prácticamente todos gobiernos y las instituciones internacionales han adoptado el discurso de la prevención, su prioridad en el discurso es estar preparados para lo que vendrá, sin embargo, como sostenemos aquí el discurso responsable no puede ser estar preparado para lo peor, sino afrontar de manera urgente lo que de hecho ya está pasando, pues la idea de prevención simplemente está sirviendo para aplazar las soluciones de fondo.

Walter Benjamin sostenía que el estado de excepción en las sociedades modernas no es algo que esté por venir, sino es un estado latente todo el tiempo pero oculto con el discurso de la prevención de la seguridad y que se aplica socialmente ante cada hecho que no está dentro del marco ideológico-legal[1]. Si esta es la configuración del Estado moderno, la sociedad civil debe hacer frente a ello con un “estado de reacción permanente”, pues no hay amenaza futura sino que la catástrofe esta siendo aquí y ahora.

Parece que los fenómenos naturales están fuera de control y que no hay explicación coherente inmediata, por ejemplo, la terrible desaparición de abejas tiene dentro de su probable explicación al menos tres causas distintas, sin embargo, una ética consecuente debe tener en cuenta no al mundo como una serie de hechos aislados; una ética debe entender al mundo como un todo interrelacionado, pues las acciones del hombre sobre la tierra aunque no manifiesten sus consecuencias inmediatamente, las tienen siempre y ya las estamos viendo. Por ello entender al mundo como un todo, que la ciencia explica hoy de esta manera, es una necesidad para poder resolver los problemas, por ello se debe partir de las explicaciones globales de la situación actual.

Así, tenemos el primer elemento de una ética de la prevención y de la acción: responsabilidad global. No son menos nuestros los problemas de otras partes del mundo que las de nuestro entorno inmediato. Por ello debemos reformular la máxima del ecologismo de los años noventa, en vez de “pensar globalmente y actuar localmente”, debemos “actuar globalmente para poder cambiar algo localmente”. Y no sólo por adaptarnos a otra premisa ética más, sino porque los cambios locales siempre serán limitados y podrán ser revertidos los efectos nocivos si no se da un giro en la situación global. Por ejemplo, no hay ninguna reforestación exitosa que valga si no detenemos los efectos del cambio climático ahora.

Por otra parte, debemos prevenir cambiando las cosas ya, es común decir que la lucha que damos es por las generaciones futuras y que son los jóvenes los que debemos hacernos cargo de los retos que vienen. Aunque esto tenga una noble pretensión, en el fondo es parte del discurso fatalista que nos deslinda de las responsabilidades de la urgencia de un cambio ya. Nadie puede, si quiere tener un comportamiento ético coherente, pensar en un cambio a largo plazo, pues estaría legando la responsabilidad a otra generación, pero lo que debemos tener en cuenta es que no es a otra generación a la que vamos a legar el problema, pues este mundo no podrá resistir ni dos generaciones completas más si sigue funcionando como hasta ahora.

Por otra parte, sabemos que existen responsables de la situación actual y que de hecho los gobiernos, las principales potencias contaminantes, así como grandes empresas multinacional se han dado cuenta del terrible futuro que están promoviendo con sus políticas y su ideología, queriéndolo subsanar con Cumbres del Clima, de las cuales aunque han generado políticas progresistas, en los hechos no han aplicado ni una décima parte de lo necesario para cambiar el rumbo. Su empecinamiento en mantener la industria de los hidrocarburos y de la privatización de la contaminación y la naturaleza es inverosímil a cualquiera, por ello después de 30 años de retrasos de políticas ecológicas y de intensificación de la actividad económica de estos gobiernos, no podemos seguir confiando en ellos, pues son evidentemente, parte del problema. Este principio lo llamaremos, desconfianza absoluta en los responsables.

En este sentido, cuando se dice que hay quienes están sufriendo las consecuencias de la devastación ecológica, no se dice de manera retórica, pues las sequías que arruinan a miles de campesinos, los pobres que se quedan sin alimento por ello, los huracanes que azotan las costas asiáticas, las muertes por exceso de calor o hasta los animales que se extinguen por estos drásticos cambios, son reales. Existen ahora. Por ello la solidaridad a nivel internacional con ellos es indispensable, en principio por una razón humanitaria de ser capaz de sentir el dolor que viven y por otro lado por que sólo los millones de afectados directamente por la catástrofe serán la fuerza que permite tomar conciencia para cambiar las cosas.

Por ello, es imprescindible que la ética se vuelva política, que los sentimientos y los razonamientos individuales, se vuelvan acciones colectivas.

Así, tenemos 5 principios que no pretenden ser máximas kantianas aplicables en cualquier momento hipotético, sino principios que nos rigen en una situación concreta que se plantea como un problema nivel mundial, válidas para este momento históricos esperando que los dejen de ser en tanto que podamos cambiar al mundo: responsabilidad global, prevención e la acción presente, desconfianza en los responsables, solidaridad global con los afectados y paso de la ética a la política como acción organizada con un fin.

 

[1] Walter Benjamin, Tesis sobre la historia,“La tradición de los oprimidos nos enseña que el ‘estado de excepción’ en que vivimos es la regla. Debemos llegar a un concepto de historia que corresponda a este hecho. Tendremos entonces ante nosotros, como nuestra tarea, la producción del estado de excepción efectivo, con lo cual mejorará nuestra posición en la lucha contra el fascismo”.

[1] Ulrich Beck, La sociedad del riesgo, p. 11.

[2] Ibd

[3] Explica Ulrich Beck “La contraposición entre de naturaleza y sociedad es una construcción del siglo XIX que servía al doble fin de dominar e ignorar la naturaleza. La naturaleza está sometida y agotada a fines del siglo XX, y de este modo ha pasado de ser un fenómeno exterior a ser un fenómeno interior, ha pasado de ser un fenómeno dado a ser un fenómeno producido”. La sociedad del riesgo p. 13.

[4] Catástrofe y política: sobre la urgencia de salir del capitalismo. https://contrapuesta.wordpress.com/2014/02/24/catastrofe-y-politica-sobre-la-urgencia-de-salir-del-capitalismo/

[5] Para esto es revelador el balance que se hace en un escrito redactado por la Dirección General de Protección Civil y Emergencias de España llamado “Riesgos y catástrofes, actitudes y conductas en la sociedad española”, desde una perspectiva liberal y justificadora pero reveladora: “Paradójicamente, se trata de sociedades que en las tres décadas que siguen a la Segunda Guerra Mundial –la llamada treintena dorada- viven una notable estabilidad asentada firmemente sobre un lecho de progreso material continuo y, lo que tal vez sea más importante, extendida entre la mayor parte de la ciudadanía, especialmente a través de los distintos sistemas de protección social que configuran el Estado de Bienestar. El progreso se hace, a los ojos de los ciudadanos, previsible o, al menos, el margen dejado a la incertidumbre (paro, salud, educación) parece reducido. A partir de entonces, distintos acontecimientos (crisis económica de 1973, atentados terroristas en ciudades europeas a lo largo de los setenta, etc.) quiebran la sensación generalizada de seguridad y empieza a demandarse de las administraciones públicas una protección que va más allá de la mera protección social.”

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Cambio climático, riesgo y catástrofe (1)

Luis Emilio Téllez Conteras

Cambio climático y filosofía del riesgo

Muchos de los organismos internacionales ya asumen desde hace algunos años la perspectiva de la necesidad de prepararse para adaptarnos como género humano al cambio climático que se prevé como inevitable. Quizá sea lo más realista, sin embargo, detrás de esta aceptación de la necesidad de adaptación también es claro en qué sentido se plantearía una solución, pues lo que se está asumiendo de entrada es afrontar el riesgo de las consecuencias que acarrea el cambio climático.

En la resolución sobre la “Gestión del riesgo y la adaptación al cambio climático en el sector agropecuario” que realiza la Secretaría General de la Comunidad Andina de Perú, con la ayuda de la Comisión Europea, se dice que la gestión del riesgo ante la situación actual se debe concentrar en la “tendencia al aumento progresivo en la frecuencia de los fenómenos adversos de diverso origen pero principalmente los hidrometeorológicos”[1], afirmación que parece nada fuera de la realidad considerando que justo estos fenómenos son los que se han mostrado con un poder destructor creciente en regiones como la de las costas asiática[2], poniendo a miles de personas en situación de refugiados del clima.

El objetivo es pues adaptarse a las nuevas condiciones que son, no obstante, desconocidas. Esta incertidumbre, que es reconocida por los organismo que han sido encargados de hacer análisis de la situación del cambio climático, se asume como reductible, es decir, se puede disminuir la vulnerabilidad.

Claramente parece contradictorio el hecho de anteponerse a lo impredecible, y este es el punto fundamental desde el que se podrían analizar de manera crítica los conceptos y el discurso que utilizan los impulsores de las grandes cumbres contra el clima, pues si en el desarrollo de las consecuencias del clima está incrustada la idea del riesgo (entendido de manera objetiva) más allá de la impresión de los sujetos, entonces el punto de adaptarse a un hecho así resultaría o incoherente, pues no se sabe a qué es a lo que se debe la adaptar la sociedad, o contradictorio en tanto que es imposible adaptarse a un hecho de riesgo que se muestra crecientemente destructivo.

Para profundizar en esto veamos pues qué es el Cambio Climático y en qué sentido se está desarrollando.

La historia natural de la tierra tiene millones de años y ha habido infinidad de cambios tanto lentos y casi imperceptibles como radicales y profundos que le cambian la fisionomía a toda la tierra: choques de meteoritos gigantes, desaparición de dinosaurios y otras especies de manera masiva; sin embargo, este no puede ser un argumento que explicaría la aleatoriedad de los cambios registrados durante los últimos dos siglos, primero en las grandes urbes y ahora en la biosfera completa. La actividad del hombre ha sido tan intensa que ha trastornado en un lapso tan corto, comparándola con la historia de la vida en el planeta tierra, a su entorno produciendo las condiciones para su propia destrucción, este proceso si bien ha sido procreado por las últimas generaciones de hombres, no podemos, como dice el intelectual marxista Michael Löwy de manera insistente en sus textos y conferencias, echarle la culpa al hombre en abstracto, sino que ha sido, como lo muestra la evidencia empírica e histórica, un modo de vida y de producción del hombre de hace al menos 200 o 300 años, nos referimos al sistema industrial que ha desplegado de forma inusitada sus ramas por toda la orbe y que ha hecho de toda la existencia humana un complejo de relaciones económicas basadas en la rentabilidad de las inversiones.

El capitalismo ha producido una relación destructiva con la naturaleza a causa de “su lógica absurda e irracional de expansión y acumulación al infinito, su productivismo obsesionado por la búsqueda de beneficio”[3]. Esto se demuestra al hacerse evidente que son los sectores industriales, tanto pesados como los de la tecnología más avanzada, los que dejan más residuos y tiene las mayores tasas de emisiones de gases de efecto invernadero. La industria capitalista tiene una crecimiento exponencial que está condenada a rebasar los límites materiales de la naturaleza antes de su recomposición frente a la explotación ampliada de los recursos naturales.

Entre otras cosas, este avasallador empuje de las fuerzas productivas fue propiciado por la ideología del progreso que invisibilizó los efectos nefastos del desarrollo económico e industrial, ideología impulsada por filósofos como Francis Bacon y Rene Descartes, entre otros elementos fundamentalmente fue la dominación sobre la naturaleza. Esta ideología que presuponía una visión estática de la naturaleza, el fijismo[4], propició la idea de la inmutabilidad de la naturaleza, descartando cualquier afectación fundamental de la misma por la actividad del hombre, sin embargo, las consecuencias de esas prácticas colectivizadas y mundializadas han llegado a un punto cumbre, como una anomalía en el sistema reproductivo de la sociedad. 

Cambio Climático y ciencia.

“Podemos suponer que en el avances de cualquier ciencia pueden quedar incertidumbres, por varias causas, entre ellas dificultades aún no resueltas pero susceptibles de serlo… Pero incertidumbre no es igual a ignorancia”[5] y el trabajo que se ha realizado desde hace algunas décadas permite a los investigadores saber por un lado cuales son las causas directas de muchas de las cosas que están pasando en la tierra como el hecho de que los gases efecto invernadero y el hollín provocan el aumento de las temperaturas promedio de la biósfera, que derrite a los glaciares, aumenta el nivel del mar y causa la desertificación e inestabilidad climática[6]. Por otra parte, las distintas interrogantes que se plantean son parte del quehacer científico y se tienen perfectamente detectadas muchas de ellas. Tenemos así, que la ignorancia no es un problema para la ciencia, esta puede conocer sus limitaciones históricas y por ello el alcance de su conocimiento.

De esto se desprende entonces la necesidad de una posición precautoria, que permita a la ciencia desarrollar las hipótesis necesarias para lograr formular soluciones.

Sin embargo, el problema de fondo se encuentra más allá de la ciencia. Pues han sido los organismos internacionales y sus dirigentes los que le han puesto a la ciencia, a sus investigaciones y a su difusión trabas para poder tomar conciencia plena del peligro real al que nos enfrentamos. Así la ciencia al servicio de estas instituciones, a pesar de haber avanzado, se han convertido en orientaciones “altamente condicionadas y cautelosas, ciencia conservadora, del más bajo común denominador” expresa Spencer Weart. Estas limitaciones se expresan cada vez más claramente como concesiones descaradas a las industrias de los combustibles fósiles, y a los gobiernos de los países productores y consumidores.

Hoy como en otros tiempo la ciencia está sucumbiendo a poderes externos, así como está sucediendo con la cuestión de los transgénicos y con las patentes de la vida, la ciencia pierde su independencia. Maurcio Schoijet en sus Tesis hace un recuento histórico muy claro sobre estas claudicaciones que hace la ciencia frente a los poderes empresariales, industriales y políticos. Hoy podemos decir que estamos frente a otro caso paradigmático que limita el poder crítico de la ciencia.

 

[1] Gestión del riesgo y la adaptación al cambio climático en el sector agropecuario, p 15.

[2] http://puntodevistainternacional.org/articulos-y-noticias/ecologismo/306-refugiados-del-clima-los-nuevos-movimientos-sociales-nueva-responsabilidad-solidaria.html

[3] Löwy, Crisis ecológica, capitalismo y altermundismo.

[4] Ver Tesis 4 de Mauricio Schoijet, “Tesis sobre la ciencia y la política del calentamiento global”.

[5]Maurico Shoijet, Tesis 8

[6] Ibd Tesis 6

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