Cambio climático, riesgo y catástrofe (1)

Luis Emilio Téllez Conteras

Cambio climático y filosofía del riesgo

Muchos de los organismos internacionales ya asumen desde hace algunos años la perspectiva de la necesidad de prepararse para adaptarnos como género humano al cambio climático que se prevé como inevitable. Quizá sea lo más realista, sin embargo, detrás de esta aceptación de la necesidad de adaptación también es claro en qué sentido se plantearía una solución, pues lo que se está asumiendo de entrada es afrontar el riesgo de las consecuencias que acarrea el cambio climático.

En la resolución sobre la “Gestión del riesgo y la adaptación al cambio climático en el sector agropecuario” que realiza la Secretaría General de la Comunidad Andina de Perú, con la ayuda de la Comisión Europea, se dice que la gestión del riesgo ante la situación actual se debe concentrar en la “tendencia al aumento progresivo en la frecuencia de los fenómenos adversos de diverso origen pero principalmente los hidrometeorológicos”[1], afirmación que parece nada fuera de la realidad considerando que justo estos fenómenos son los que se han mostrado con un poder destructor creciente en regiones como la de las costas asiática[2], poniendo a miles de personas en situación de refugiados del clima.

El objetivo es pues adaptarse a las nuevas condiciones que son, no obstante, desconocidas. Esta incertidumbre, que es reconocida por los organismo que han sido encargados de hacer análisis de la situación del cambio climático, se asume como reductible, es decir, se puede disminuir la vulnerabilidad.

Claramente parece contradictorio el hecho de anteponerse a lo impredecible, y este es el punto fundamental desde el que se podrían analizar de manera crítica los conceptos y el discurso que utilizan los impulsores de las grandes cumbres contra el clima, pues si en el desarrollo de las consecuencias del clima está incrustada la idea del riesgo (entendido de manera objetiva) más allá de la impresión de los sujetos, entonces el punto de adaptarse a un hecho así resultaría o incoherente, pues no se sabe a qué es a lo que se debe la adaptar la sociedad, o contradictorio en tanto que es imposible adaptarse a un hecho de riesgo que se muestra crecientemente destructivo.

Para profundizar en esto veamos pues qué es el Cambio Climático y en qué sentido se está desarrollando.

La historia natural de la tierra tiene millones de años y ha habido infinidad de cambios tanto lentos y casi imperceptibles como radicales y profundos que le cambian la fisionomía a toda la tierra: choques de meteoritos gigantes, desaparición de dinosaurios y otras especies de manera masiva; sin embargo, este no puede ser un argumento que explicaría la aleatoriedad de los cambios registrados durante los últimos dos siglos, primero en las grandes urbes y ahora en la biosfera completa. La actividad del hombre ha sido tan intensa que ha trastornado en un lapso tan corto, comparándola con la historia de la vida en el planeta tierra, a su entorno produciendo las condiciones para su propia destrucción, este proceso si bien ha sido procreado por las últimas generaciones de hombres, no podemos, como dice el intelectual marxista Michael Löwy de manera insistente en sus textos y conferencias, echarle la culpa al hombre en abstracto, sino que ha sido, como lo muestra la evidencia empírica e histórica, un modo de vida y de producción del hombre de hace al menos 200 o 300 años, nos referimos al sistema industrial que ha desplegado de forma inusitada sus ramas por toda la orbe y que ha hecho de toda la existencia humana un complejo de relaciones económicas basadas en la rentabilidad de las inversiones.

El capitalismo ha producido una relación destructiva con la naturaleza a causa de “su lógica absurda e irracional de expansión y acumulación al infinito, su productivismo obsesionado por la búsqueda de beneficio”[3]. Esto se demuestra al hacerse evidente que son los sectores industriales, tanto pesados como los de la tecnología más avanzada, los que dejan más residuos y tiene las mayores tasas de emisiones de gases de efecto invernadero. La industria capitalista tiene una crecimiento exponencial que está condenada a rebasar los límites materiales de la naturaleza antes de su recomposición frente a la explotación ampliada de los recursos naturales.

Entre otras cosas, este avasallador empuje de las fuerzas productivas fue propiciado por la ideología del progreso que invisibilizó los efectos nefastos del desarrollo económico e industrial, ideología impulsada por filósofos como Francis Bacon y Rene Descartes, entre otros elementos fundamentalmente fue la dominación sobre la naturaleza. Esta ideología que presuponía una visión estática de la naturaleza, el fijismo[4], propició la idea de la inmutabilidad de la naturaleza, descartando cualquier afectación fundamental de la misma por la actividad del hombre, sin embargo, las consecuencias de esas prácticas colectivizadas y mundializadas han llegado a un punto cumbre, como una anomalía en el sistema reproductivo de la sociedad. 

Cambio Climático y ciencia.

“Podemos suponer que en el avances de cualquier ciencia pueden quedar incertidumbres, por varias causas, entre ellas dificultades aún no resueltas pero susceptibles de serlo… Pero incertidumbre no es igual a ignorancia”[5] y el trabajo que se ha realizado desde hace algunas décadas permite a los investigadores saber por un lado cuales son las causas directas de muchas de las cosas que están pasando en la tierra como el hecho de que los gases efecto invernadero y el hollín provocan el aumento de las temperaturas promedio de la biósfera, que derrite a los glaciares, aumenta el nivel del mar y causa la desertificación e inestabilidad climática[6]. Por otra parte, las distintas interrogantes que se plantean son parte del quehacer científico y se tienen perfectamente detectadas muchas de ellas. Tenemos así, que la ignorancia no es un problema para la ciencia, esta puede conocer sus limitaciones históricas y por ello el alcance de su conocimiento.

De esto se desprende entonces la necesidad de una posición precautoria, que permita a la ciencia desarrollar las hipótesis necesarias para lograr formular soluciones.

Sin embargo, el problema de fondo se encuentra más allá de la ciencia. Pues han sido los organismos internacionales y sus dirigentes los que le han puesto a la ciencia, a sus investigaciones y a su difusión trabas para poder tomar conciencia plena del peligro real al que nos enfrentamos. Así la ciencia al servicio de estas instituciones, a pesar de haber avanzado, se han convertido en orientaciones “altamente condicionadas y cautelosas, ciencia conservadora, del más bajo común denominador” expresa Spencer Weart. Estas limitaciones se expresan cada vez más claramente como concesiones descaradas a las industrias de los combustibles fósiles, y a los gobiernos de los países productores y consumidores.

Hoy como en otros tiempo la ciencia está sucumbiendo a poderes externos, así como está sucediendo con la cuestión de los transgénicos y con las patentes de la vida, la ciencia pierde su independencia. Maurcio Schoijet en sus Tesis hace un recuento histórico muy claro sobre estas claudicaciones que hace la ciencia frente a los poderes empresariales, industriales y políticos. Hoy podemos decir que estamos frente a otro caso paradigmático que limita el poder crítico de la ciencia.

 

[1] Gestión del riesgo y la adaptación al cambio climático en el sector agropecuario, p 15.

[2] http://puntodevistainternacional.org/articulos-y-noticias/ecologismo/306-refugiados-del-clima-los-nuevos-movimientos-sociales-nueva-responsabilidad-solidaria.html

[3] Löwy, Crisis ecológica, capitalismo y altermundismo.

[4] Ver Tesis 4 de Mauricio Schoijet, “Tesis sobre la ciencia y la política del calentamiento global”.

[5]Maurico Shoijet, Tesis 8

[6] Ibd Tesis 6

Estándar